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Situado al inicio del antiguo camino de entrada en el pueblo por la vía que denominamos la Fillola de Baix (‘hijuela’, camino secundario que conduce desde una carretera o camino principal a un lugar desviado) donde, seguramente, debía de confluir el camino real que debía de entrar por el camino de Les Hortes y de la Font Vella. Este camino también tenía hijuelas por el Raval, esquina de la casa de los Forneros y también por el camino que iba a la sierra y que bordeaba la casa del tío Evaristo el Fuster (‘carpintero’), hoy convertida en un pequeño jardín al principio de la calle de Sant Marc.  

Los cruceros no solo delimitaban el término, sino que también lo bendecían; esta connotación religiosa debía de servir a la vez para dar la bienvenida y dejar claro que se estaba en tierra de cristianos. Se trataría de un caso del que hoy denominaríamos semantización del espacio público, es decir, de dejar muy claro quién manda y qué son los valores que se pretenden fomentar. No deja de ser significativo en este sentido el hecho que estos elementos se empiezan a esparcir en un momento de creciente animadversión hacia los judíos, y cuando la conquista de territorios a los sarracenos todavía estaba muy viva en el imaginario colectivo. En nuestro caso, la función de la cruz todavía era un elemento más de la aculturación y evangelización de la población morisca residente en estos valles. Normalmente encontramos mandatos de señalizar con cruces elementos importantes de la vida de los moriscos (cementerios, casas, etc.). Lo que parece extraño es que solo haya este crucero en toda la Vall. 

La Creu de Terme original, que parece de principios del siglo XVIII, fue tumbada durante la Guerra Civil. Posteriormente, durante la posguerra, se colocó una de piedra pómez, costeada por Maria Sastre i Seguí. En el año 1994, una ventada muy potente se llevó la cruz de piedra pómez. Ante la posibilidad de sustituirla por una de hierro, varias personas afanaron en averiguar dónde estaban los restos del antiguo crucero. Gracias a algunos informantes, consiguieron recuperar partes (peana, tronco principal y una parte del crucero) que se encontraban escondidas en un margen del camino de Les Hortes. Vicent Marí i Roig, vecino y ceramista del pueblo, junto con Vicent Puig i Gascó, serían los autores del hallazgo. El crucero estaba repartido entre el margen del tío Blanco y el bancal de Joaquin Mialaret “Guiatano”. Las piezas de la cruz fueron transportadas con la ayuda de Ximo Seguí i Milvaques, que puso su tractor para el transporte. Era un crucero de estilo barroco de principios del XVIII.

El hallazgo de las piezas del crucero permitió a Vicent Marí diseñar la reconstrucción de la cruz original, elaborada en el taller de picapedreros de la Escuela Taller de Planes (1994-1996).

El espacio de la Creu de Terme actuaba como un cruce de caminos: llegaba la senda de la Font Vella o de Les Hortes a mano derecha, por el lado de la misma carretera, y a mano izquierda había una senda que iba en dirección a Benissili, por detrás del hostal de José Alemany Gascó, y de dos eras transformadas en bancales. Esta senda continuaba por detrás de las casas de la Carretera, atravesaba la actual CV-700 a la altura del desvío a Benissili, y continuaba entre los bancales de Emilio Camps y Vicent Puig, hasta salir a la punta del bancal propiedad de Consuelo Seguí Pavia, delante del bancal de Lola Alemany Alemany, en la misma carretera CV-714 o de Benissili. Este cruce entre senda y carretera era empleada, durante la guerra y posguerra, para hacer carbón, según cuenta Josefa Albors.

No tenemos que olvidar que la actual CV-714, entre el desvío de la calle Carretera y el lavadero del pueblo, se construyó a finales de los sesenta para evitar que el tráfico pasara por dentro del pueblo, puesto que para ir a Benissili se atravesaba todo el pueblo y se seguía por la calle Major hacia el lavadero.