Museo de la Almàssera dels Moltó

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En esta misma calle, en el número 6, estaba la antigua tienda de víveres de Presenta Gascó, heredada de la tía Carmen del Moltó, de la calle Major. El esposo de Presenta era José Maria Alemany Mialaret, conductor del autobús de La Española, fábrica alcoyana de aceitunas rellenas que daba trabajo a un puñado de trabajadoras de la Vall; todos los días salían de Alpatró hacia Alcoi durante los años sesenta y setenta del siglo pasado.

Era costumbre ir a trabajar y comprar a Alcoi o a Gandia, en dirección a Alcoi, porque la Vall formaba parte de la ruta de transporte El Verger-Alcoi que tenía concedida la compañía La Contestana, aunque toda la gente la llamaba la Alcoiana. La gente podía coger el autobús hacia las ocho de la mañana y volver a las cuatro de la tarde, hora de llegada a Alpatró, además, podía continuar hasta Pego o El Verger, final de trayecto. Mientras no existió el Hospital Comarcal de Dénia, el centro hospitalario de referencia para la gente de la Vall era Alcoi.

Gandia también era otro centro de comercio y lugar para visitar médicos especialistas privados por parte de la gente de la Vall, puesto que aprovechaban la línea regular de autobuses Patró-Pego-Gandia ―que había sido inaugurada en 1910 por el padre de Ramonet, el Cotxero, llamada la Amistad, y actualmente Autobuses Jimenez― para desplazarse a Pego y que conectaba con el autobús que los llevaba a Oliva o Gandia. Con la aparición de los transportes, la gente sustituyó la relación tan intensa que tenía con Vilallonga, salida natural de la Vall hacia la actual comarca de la Safor, por las nuevas vías de comunicación de Pego-Oliva-Gandia. 

El Museu Almazara de los Moltó, es propiedad de la Unión Cultural de Amigos y Amigas de Vall de Gallinera, es una especie de museo etnográfico. Fue comprada y restaurada por unos treinta voluntarios de Alpatró, para evitar su desaparición definitiva. Después fue cedida a la Unión Cultural. Esta almazara formaba parte de una casa, la de los Bella, que también disponían de un horno de pan, el horno de los Bella o de los Gascó, que todavía conserva su estructura.

Los elementos de una almazara tradicional. Una almazara está formada por la barchilla o la báscula para pesar las aceitunas; el molino de piedra o muela (rulo, molón); la solera o empiedro; el algorín, alforín, troje o truja, una especie de depósito de madera que dosificaba la caída de la aceituna al empiedro; y el árbol que aguantaba toda la estructura. Además, también disponía de un horno para calentar agua, porque la pasta de la aceituna estaba demasiado enjuta; los capachos o esportones (capazos planos de esparto) con la pasta de aceituna; la prensa (de viga, de barra o de caracol, de husillo, de carraca, la floja y la fuerte) que apretaba los capachos y desnudaba su aceite; la barra de madera que hacía apretar a la prensa; el argue, una barra de madera vertical en la que se enrollaba una cuerda conectada a la prensa y ayudaba en el proceso de extracción del aceite; el gato (variante moderna del argue), aparato con ruedas dentadas y manecilla, con cuerda enganchada a la barra de la prensa, que ayudaba a extraer mejor su aceite; las alpechineras (de infierno, de decantación, jamileras, balsa de heces) que recogían el aceite; el pesebre (en un rincón de la almazara), donde descansaba y comía el macho después de hacer vueltas a la base; la trituradora, molinete manual que deshacía el hueso de la primera prensada; y el pozo con agua para utilizarla cuando fuera menester. Las almazaras antiguas no disponían de cámaras en la parte superior del edificio donde depositar las aceitunas.

Para obtener aceite, se seguían tres procesos: moler las aceitunas; prensar la pasta de aceituna; y depurar el aceite por decantación o aclaración. 

Moler las aceitunas. Las aceitunas no se molían apenas acabadas de ordeñar, puesto que estaban calientes por su propia temperatura, y era conveniente dejarlas reposar un tiempo; si se prensaban en caliente, la pasta de aceituna estallaba sobre los esportones y salpicaba aceite. Según dice la gente mayor, cuanto más tiempo pasaba, mejor para molerlas; a veces se enmohecían en el reservado. Por lo tanto, una vez estaba toda la cosecha en la almazara, se pesaban las aceitunas y el almazarero ataba al macho a una barra de madera que conectaba todo el rodamiento; el animal daba vueltas y esto provocaba que girara el molón sobre el empiedro. El labrador llenaba la truja de sus aceitunas y esta especie de embudo dejaba caer las aceitunas sobre el empiedro y el molón pasaba sobre ellas, las deshacía y creaba la pasta de la aceituna. En las almazaras que disponían de una cámara, el campesino se ponía en la parte superior y echaba las aceitunas directamente dentro de la truja. Posteriormente, en las almazaras eléctricas e hidráulicas, un motor hacía que el molón rodase sobre el empiedro y deshacía las aceitunas, convirtiéndolas en pasta. Por lo tanto, la pasta de aceituna es el conjunto de la molienda del hueso y la carne de la aceituna.

Prensar la pasta de aceituna. Al comprobar que el empiedro estaba lleno de pasta de aceituna, se recogía con las manos o con rastras (un tipo de rastrillo sin dientes, liso), para acercarla al borde del empiedro. A continuación, llenaban unos cubos de esta pasta de aceituna y llenaban los esportones. Estos se depositaban uno encima de otro, hasta veinte más o menos, en la base de piedra de la prensa, se introducía una barra de madera en esta y se procedía a dar cuartos de vuelta; es decir, se hacía rodar la barra y el caracol o husillo hacia bajar el plato y estrechaba los esportones. Este hecho comportaba que los esportones extrajeran el aceite y a esto se le llamaba hacer una parada. Una parada suponía estar ocho horas haciendo cuartos de vuelta, muy lentamente. Pasado este tiempo, se volvía a prensar la misma pasta, y se le añadía medio cubo de agua caliente; y así terminaba su proceso. En la segunda parada, se sacaba el hueso de la primera parada, esportón por esportón, se ponía en el suelo y se deshacía el montón de hueso con las manos o con los pies. Una vez suelta la pasta, se volvía a poner en los esportones para volverla a prensar y, en cada esportón, se añadía un poco de agua caliente y, hecha la prensada, se añadía un cubo o medio de agua caliente en todo el pie de la prensa. Este último aceite no lo mezclaban con el anterior; el de la primera prensada era la flor; el puro. 

Hacer una partida de aceitunas era el equivalente a hacer una parada; y se llamaba así porque la prensa estaba ocho horas parada extrayendo el aceite. Como consecuencia del tiempo, en las entradas de las almazaras, siempre había una mesa parada con café licor, cacahuetes, bacalao, pericana, sardinas, etc., y los labradores hacían el almuerzo de almazara o el vermut esperando la tanda. Pasadas las ocho horas hacían lo mismo, pero con agua caliente. Se presionaban cuatro dedos, paraban; cuatro dedos más, paraban, hasta llegar a ocho horas. Normalmente, se hacían dos paradas de veinte esportones: cada parada podía significar 150-300 kg. Se hacía una por la mañana y otra por la noche y el campesino siempre tenía que estar, puesto que alguien podía hurtarle el aceite. A las sobras de la pasta prensada de los esportones se le llamaba piñuelo y se vendía en las fábricas de hacer aceite para maquinaria o como combustible de braseros caseros.

Depurar el aceite por decantación o aclaración; trasvasar por medio de ranuras o trascolar. El aceite nuevo extraído, el puro, discurría por sí mismo, mediante unas canaletas en la base de piedra de la prensa, a las diversas alpechineras de las que disponía la almazara y el campesino con el uso de un filtro paraba la canaleta y llenaba la alpechinera; por lo tanto, la primera alpechinera era la yema, el aceite más puro prácticamente sin prensar, obtenido sin mucho esfuerzo. El campesino, al comprobar que el aceite era el prensado, hacía lo mismo, pero en la segunda alpechinera; así hasta la última que contendría el aceite prensado con el agua caliente. La primera era lo más puro y la última, en un nivel inferior, era lo más malo. A continuación, el campesino cogía un casco, que podía ser un recipiente formado a partir de una calabaza de rabo o también un recipiente metálico, un cazo y llenaba cántaros de hojalata o hierro con la ayuda de un embudo. Cogía agua con el cazo de manera superficial puesto que en el fondo se depositaba la morca, el sedimento que es la roña de la molturación. El campesino, al ver que cogía agua, paraba; este aceite iba destinado a untar paellas para que no se oxidasen, para hacer jabón, etc. Era aceite de la morca. Al estar los cántaros llenos, el aceitero hacía viajes de la almazara a casa con las alforjas de esparto y el macho. Una vez en casa, el aceite se trascolaba, decantado a las jarras de tiesto, a las vasijas, a las jarras. Cada jarra podía contener veinte arrobas (250 litros), y se clasificaban así: la primera, la yema del aceite; la segunda, aceite prensado, hasta la última jarra que era el aceite más sucio. Al pasar dos meses, se volvía a trascolar el aceite a otra jarra, puesto que continuaba posándose. Con el paso del tiempo, se podía llegar a perder media arroba de aceite: 6,25 litros. A lo largo del año, se podían hacer dos o tres trascoladas de aceite, pero normalmente la última solía ser hacia el mes de abril o en verano. 

El aceite, en función de su acidez, tiene varias denominaciones: virgen extra (0,80-1 grado de acidez); virgen (1,50-2 grados de acidez); y lampante-refinado (con más de 2 grados de acidez). Este aceite es un aceite de aceitunas defectuosas, picadas, de tierra, de maduración diversa. Es un aceite que no se puede ingerir y es refinado: se le saca el olor, el gusto y el color y queda un líquido sin valor nutritivo que se mezcla con aceite virgen para obtener un aceite comestible.

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